mi escritorio está sucio, desordenado. debajo de las cremas, bolis, cds, desodorante, vaso, papeles, cinta adhesiva, salvado de avena, pañuelos, espejo, cordones, mouse, folletos, lápiz labial, tinta para zapatos, babelias viejos, pinturas para tela, notas de contactos que nunca llamaré ni me llamarán, están los pelos de mi gato, mis pelos, tierra que ha dejado de ser polvillo, manchas y demás virus infectos. ahí me miro. y no necesito preguntarme cómo llegué a una mesa de trabajo en la que ya no creo nada. sobre ella desayuno, almuerzo y ceno. pero ya no creo. cruzo mis manos y le vuelco alguna lágrima, apoyo los antebrazos y miro hacia la ventana cuando a las tres de la tarde el sol otoñal nos visita. por primera vez puedo ver el dibujo que la sombra de los barrotes de hierro provocan en la cortina que fue blanca en algún tiempo. la tela, el cristal y los barrotes no dejan ver el sol con nitidez. se han unido para bloquear su paso. y yo, estúpidamente atontada en estas paredes vallecanas, aguardaba la entrada del astro sin mover ficha. ahora que me doy cuenta de la situación, esta cárcel que me han/he construido y que he aceptado de tan buena gana tendrá que joderse e ir dejando paso a las viejas nuevas imágenes.
domingo, 23 de octubre de 2011
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Pues si te cuento cómo están las cortinas por aquí...
ResponderEliminarRenovación, cambio de estación y de proyectos.
Sssssstupendo, Claudia, a por ello.
Por sus cárceles les conoceréis. Un cariñosísimo saludo. Me gusta mucho lo que veo, tus fotos, y lo que leo, tus escritos. Pura vida. Chao
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